La palabra feminismo da miedo. Polariza. Es el elefante en la habitación. La discusión asegurada. Pero es necesaria. Así que repitan conmigo: Feminismo. Fe-mi-nis-mo. Es muy sencillo.

Ya, pero es que yo no soy feminista. Yo creo que los hombres y mujeres son iguales.

Pues entonces, amigo y amiga, eres feminista. Pero feminista de la f a la a. Con todas sus letras. Así que no tengas miedo a declararte. Ya hemos tenido miedo durante mucho tiempo y tenemos que ser valientes por las que no han podido ni pueden serlo.

Se acerca el 8 de marzo, un día marcado en el calendario para reivindicar nuestros derechos y luchar por una sociedad más justa. Porque esta lucha no es una guerra entre sexos, es una lucha por conquistar una sociedad igualitaria que nos hará ser una sociedad mejor.

Nosotras somos el caballo de Troya dentro de la sociedad. Y es nuestra responsabilidad educar a nuestros hijos, sobrinos, amigos y novios para convertirlos en hijos, sobris, amigos y novios feministas. Pero también hay que reeducar a nuestras madres, tías, abuelas y amigas. Para que se unan, para que despierten y el próximo 8 de marzo, ellas también paren.

¿Y para qué paramos?

Para que la brecha salarial sea solo una cicatriz del pasado.

Para que ni las mujeres de hoy ni las del mañana tengan que ser lo que la sociedad espera de ellas.

Para que lo único que se espere de una mujer es que sea quien quiera ser.

Para que los libros se llenen de referentes de mujeres que han hecho historia y que hemos ignorado.

Para que rompamos el muro y el techo de cristal.

Para que dejemos de exigirnos. Esa voz interior no eres tú, es la sociedad y el sistema.

Para que el año que viene estemos todas y no falte ninguna.

Para que seamos libres sin propietarios.

Porque la batalla de hoy será la victoria de todas y todos.

Porque basta de guardar silencio.

Porque basta de tener miedo.

Estamos juntas. Y así dejamos de ser David, para convertirnos en Goliat.

#HaciaLaHuelgaFeminista