La serie Sexo en Nueva York (Sex & the city en su nombre original) cumple 20 años estos días y eso nos ha hecho pensar que somos una viejunas. Recuerdo que insistía a mis padres sin parar por aquel entonces para que pusiesen en casa Canal Plus y poder ver los capítulos. Cosa que no ocurrió. Conseguí ver algún que otro capítulo suelto y finalmente conseguí la serie completa y la vi del tirón. Así sucesivamente año tras año, cada verano, veo (casi) completa la serie temporada a temporada y capítulo a capítulo.
Quizá hace 20 años la serie no se llegó a comprender del todo, no sé qué opináis. No se llegó a profundizar lo suficiente en el mensaje que escondía y todos nos dejamos llevar por «los Manolos», los cupcakes y la alegría a la hora de practicar sexo. Pero con el tiempo, con la edad y con la perspectiva… hay 5 cosas que aprendimos con Sexo en Nueva York y hoy nos damos cuenta.
De Miranda aprendimos que aunque no entrase en tus planes, podías ser madre y salir adelante. Que no te lo iban a poner sencillo para acceder a un puesto de trabajo que mereces por tus méritos en un sector masculinizado. Con ella nos dimos cuenta de que hay veces que, aunque tengas trabajo, dinero, ropa bonita…, te puedes sentir insegura con tu físico. Y no pasa nada. Su relación con Steve durante la serie tiene más de la vida real de lo que igual te imaginas al principio. Mudanza de por medio, dónde vivir cuando tienes una familia, prioridades y cargas familiares… Miranda también nos enseñó que ser pelirroja, mola.
De Charlotte aprendimos que no nos gustan que juzguen ni por mucho ni por poco, ni por las decisiones que tomamos por amor. Con ella vimos que la vida también te da segundas (terceras y las que hagan falta) oportunidades, con ella supimos que el deseo por ser madre no siempre es proporcional a lo sencillo que te lo ponen tus óvulos y que los hijos son queridos, vengan como vengan. Con Charlotte aprendimos a lidiar con suegras metomentodo y a dejar al lado prejuicios sobre el físico cuando lo que realmente importa… son otras cosas.
De Samantha lo aprendimos todo. Con ella (y gracias a ella), tratamos el miedo por contagio de enfermedades de transmisión sexual, el cáncer de mama, la culpabilidad por no querer ser madre (y lo que ello implica) y que comportarse como una empresaria feroz tiene un alto precio. Gracias a Samantha no nos sorprendimos (hace 20 años, ojo) cuando tuvo una relación homosexual que trató con la normalidad más absoluta (la que tiene) y aprendimos a hablar y resolver dudas de sexo sin tapujos.
Y de Carrie, qué vamos a decir de Carrie. Con Carrie nos dejaron con un post-it (quien dice un papelito amarillo, dice un SMS, un mail o a saber el qué), con ella aprendimos que no hace falta ser una extraterrestre para meterse de lleno en una relación tóxica y que si no tuviésemos tanta ropa en el armario igual tendríamos más dinero en la cuenta. De Carrie aprendimos sobre la soltería y las relaciones entre amigas solteras y casadas, aprendimos también que hay puertas que nunca se acaban de cerrar y que otras, por mucho que se abran de par en par… tampoco tenemos tan claro que tengamos ganas de cruzarla. Nos enamoramos con ella de Mr. Big y de Aidan y aprendimos algo importantísimo: una casa no es una casa sin un vestidor.
Os sugerimos que reviséis la serie o que os lancéis a ella de cabeza si no la habéis visto nunca. Porque del espíritu de las amigas (y el resto de personajes) aprendimos que aunque cueste muchísimo, aunque tengamos situaciones complicadas y diferentes: niños, trabajos, estudios y familia… quedar para hablar y tomar algo (un cóctel, muy de la serie) siempre es la decisión correcta.
¿Sois seguidores de Sexo en Nueva York? ¿Cuántas veces la habéis visto?
¡Hasta mañana!
Una reflexión sobre “Cinco cosas que aprendimos con Sexo en Nueva York”