Comer en París, un placer no tan caro

Quizá fue una de las palabras que más buscamos en google a la hora de planificar nuestro viaje: comer en París. Una ciudad donde la gastronomía tiene tanta importancia, pero que a la vez nos resulta tan cara… siempre produce cierta inquietud. Por eso, esperamos que os ayude los lugares por los que hemos pasado.

Nosotras contamos con una gran ventaja, y es que allí vive una de nuestras mejores amigas (que nos ha acogido en su casa) así que ha sido todo más sencillo y guiados por «autóctonos». ¿Os venís a comer por París con nosotras?

1. La Fondue

Empezamos por un clásico entre los clásicos: la fondue de quesos. Tenemos que decir que esta primera propuesta es para hacerla en casa y nos la preparó el «Chef Matt» (en realidad Matt no es chef, pero nos supo a gloria) en nuestro primer día en París. Fue una fondue preparada en casa y estaba riquísima. Así que no tuve más remedio que preguntarle la receta para compartirla… y aquí va.

Una pieza de queso Comte, otra pieza de Emmental o Gruyere y otra pieza de Beaufort. Una media botella de vino blanco seco y unos 3/4 dientes de ajo. Mezclar todo eso en la fondue y a disfrutar con unas buenas baguettes.

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2. Una hamburguesa 

Porque siempre apetece. Vayamos a donde vayamos las hamburguesas siempre son una buena opción y muy apetecibles. Nuestros anfitriones nos llevaron a Big Fernand, una cadena de hamburgueserías en París a la que ellos van muy a menudo. Y no me extraña… burguer riquísima. El menú con bebida y patatas nos costó 15€. No es demasiado barato, pero merece la pena.

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3. Hablemos de bollería

Porque la bollería francesa con sus toneladas de mantequilla es siempre irresistible. Os recomendamos que compréis un croissant y un pain au chocolat en cualquier pâtisserie que encontréis por la calle. Podría haberme comido media docena de croissants como el de la foto… pero me contuve. Para algo más especial, no os perdáis Murciano en la zona de Le Marais, una pastelería judía la mar de singular. El señor (murciano?? ) que te atiende parece sacado de una película y el bollito que probamos estaba para llorar de placer.

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4. Tenía que llegar el crêpe, claro que sí

Imposible irse de París sin comer un crêpe. Y para ello tienes que ir a Montparnasse, la calle de las creperías. Nuestros anfitriones nos llevaron a La Creperie de Josselin, una de las más conocidas (Matt nos contó que sus padres llevan yendo allí desde finales de los 70) con un montón de detalles bonitistas. La historia de por qué allí se concentran la mayoría de las creperías, es preciosa: allí se encontraba una estación de tren que iba directa a la Bretaña y la gente de esa zona que venía a buscar trabajo a la gran ciudad se fue reuniendo allí y poniendo sus negocios. No os esperéis crêpes salados como los de España, allí son Galettes, hechas con trigo sarraceno. ¡Brutales! Si vais a Josselin tenéis que esperar en la puerta haciendo una pequeña cola, una señora muy pintoresca saldrá y os ubicará en una mesa. Normalmente para comer hay menús, que resultan más económicos. Nosotros fuimos a cenar a la carta, algo más caro, pero sin duda merece la pena. Creo que las fotos hablan por sí solas.

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Esta última foto pertenece a la crepería de Saint-Malo en la misma calle. Nos quedamos con ganas de más y tuvimos que volver a la calle del placer culinario y la oda a la mantequilla. En esta ocasión, sí nos pedimos menú de mediodía y nos costó 19€ para dos personas (galette, crepe de postre y sidra).

5. Un homenaje

Darse un pequeño homenaje culinario en París tampoco es tan caro. En este caso, fue recomendación de mis padres que no querían que nos fuésemos de París sin ir a Le Procope, el restaurante más antiguo de París. Muy cerquita de la Sorbona, en Odeon, este local se abrió en 1686 y por allí han pasado nombres tan eruditos como Voltaire o Diderot. La decoración es una lección de historia y también una visita a sus baños, sí sí, los baños… allí todavía podéis leer la leyenda de «ciudadano y ciudadana» como reminiscencia de la Revolución Francesa. Bueno, vamos  a la comida… para comer, tiene un menú por 21€ y con dos platos. Los vinos sí son muy caros, pero en todo París es habitual pedir agua del grifo, que está rica y fresquita, así que eso hicimos.

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6. Las famosas «planchas»

O lo que es lo mismo, las tablas de quesos y charcutería. Las podrás encontrar como uno de los platos más habituales en cualquier bistrot o brasserie. Merece la pena tomarla junto con una copita de vino al más puro estilo parisino. Ésta la tomamos en un bistrot cerca de casa de Patri y Matt (nuestros amiguis) y nos encantó… (de el postre ya ni hablamos, tiramisú de Nutella, ay dios).

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Hasta aquí nuestro recorrido gastronómico por París. Nos quedaron por probar muchísimas cosas, así que tendremos que volver… ¿no?

Au revoir amiguis y nos vemos mañana para celebrar el viernes por aquí.

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