Armarios de pared, nuestro nuevo amor

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Por aquí más de uno, y más de dos, pensarán que estamos como unas maracas. Porque cuando todo el mundo este fin de semana estaba invocando a Valentín o a Ballantines, según, nosotras estábamos más felices que unas pascuas con un taladro en mano (holi vecinos!) haciendo boquetes para colgar nuestro nuevo mueble de pared. Pero éste es el final de la historia, empecemos por el comienzo.

Hace unas semanas, mirando atentamente uno de nuestros blogs favoritos, Vintage Whites, dimos con un par de fotos que nos enamoraron. Por cierto, no dejéis de buscarlas en Instagram, la envidia puede que te corroa, pero merece la pena el riesgo. Ambas tenían en común unos pequeños armarios de pared igual de amorosos que de inservibles (definidos por los pacientes señores bonitistos como ‘cosas necesarias para éste nuestro hogar’ con toda la ironía que les cabe en el cuerpo). Esto hay que visualizarlo: imaginadnos mirando la pantalla de la tablet y mirando fijamente al hueco de la pared, pantalla de la tablet, hueco de la pared. Y así un rato. He aquí la prueba del delito.

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Lo queremos. Así sin más. El siguiente paso, buscar algunas ideas más como éstas.

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Y claro, ya no había vuelta atrás. Después de dar muchas vueltas, encontramos el mueble del amor. Estaba esperándonos en Amazon, cumplía las medidas, el estilo y el precio razonable. El armario en cuestión ahora no está disponible, me cachis, no sabemos si nos pedimos el último pero os dejamos el enlace por si al final lo reponen. Por ponerle un pero a nuestro fichaje, los cristales nos llegaron rotos y de hecho la foto está hecha sin cristal, pero no nos pudimos resistir. Y también le hemos dado un toque (en estos días) de chalkpaint a los tiradores y los hemos pintado en mint, era predecible, ¿no?

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Hasta aquí nuestra historia de amor con un armario de pared. Esperamos ser muy felices juntos y que nuestra relación, vayamos donde vayamos, sea muy duradera. Como maracas, ¿verdad?

¡Buen miércoles y nos vemos mañana por aquí!