Tenemos muchas películas favoritas, ya os hablamos en su momento de Annie Hall, y hoy le toca el turno a Dirty Dancing. Sí, Dirty Dancing, un clásico que no nos cansamos de ver y ver una y mil veces. La historia de Jonhy y Baby nos sigue emocionando como el primer día y disfrutamos de ese salto final como si fuese la primera vez cada vez que la vemos. Pero, ¿por qué nos gusta tanto?
Porque nos encanta ese momento de la película. Baby habla por primera vez con Jhonny y lo único que es capaz de decir es que ha traído una sandía. Nos gusta porque refleja nuestro lado más pardillo. A todos nos ha pasado, en el momento menos oportuno nos arrancamos con una frase tan absurda como encantadora.
Porque Baby baila cuando nadie las ve, como tú cuando vas cantando por la calle sin miedo a que la gente piense que estás loca. Porque Baby quiere cambiar el mundo y no tiene miedo de enfrentarse a quien sea necesario. Porque lucha por superarse en cada paso y conseguir algo que nunca había imaginado: bailar. Bailarse la vida.
Porque te dan ganas de reír y de amar. De compartir cosquillas cómplices y encontrar el momento para poder tomarse las cosas serias con una sonrisa. Porque habla del derecho a las mujeres a decidir con quien bailar y con quien no.
Porque no hay que dejar que nadie nos arrincone. Y no, no hace falta que venga el wuaper de turno a recordártelo. Tú eres la primera que no debes permitir que nadie te deje en un rincón.
Porque al final salta. Porque por muy difícil que parezca, siempre puedes dar el salto. Ese salto que lo cambia todo para empezar a vivir The Time Of Your Life.
Ainsss!! Mi Patrick, qué lástima!! Esta película es una de mis favoritas de todos los tiempos. Mi prima y yo la veíamos una y otra vez en bucle y nos sabíamos los diálogos de pe a pa. Qué bonita!
Compartimos gustos de pelis en bucle, Elena. Gracias por comentar 😉