Lo bueno de los viajes es que los recuerdos no caducan. Siguen siempre contigo y de repente llegan con fuerza. Se acerca el final del año y todos empezamos a hacer recuento de lo vivido durante 2014. En mi listas de cosas de este año, un capítulo importante es el de las Nenas Viajeras. Dícese de un grupo de tres personas que durante septiembre se plantearon una especie de Pekín Express por tres países de Asia: Tailandia, Laos y Camboya.
No os voy a engañar, Asia no es el lugar más bonitista del mundo (dejamos Japón aparte), así como concepto general. Pero te enseña, o al menos a mí me enseñó, que no hace falta tanto washi tape para ser bonitista, basta con volver a lo auténtico, lo original. Lo más simple también te puede hacer igual de feliz y eso también es bonitismo.
Nuestra primera parada fue Bangkok, que nos recibió con el bullicio de los tuk tuk y un ruido que parece que nunca para. De ahí subimos , avión mediante hasta Chiang Rai en el norte, desde donde cruzamos por tierra hasta nuestro destino principal: Laos, ese gran desconocido, que nos conquistó el corazón.
Laos fue una especie de gymkana constante, donde probamos todos los transportes posibles, cogimos bicicletas, motos, nos metimos en cuevas, nos embarramos, nos bañamos en lagunas, hicimos yoga, naufragamos en un kayak, pero sobre todo nos reímos, casi por cualquier cosa. Nos dejamos llevar por la tranquilidad de un sitio que abre las puertas al turismo, pero en el que no te sientes un turista-euro andante. La gente te saluda y te sonríe con un sawadee que se te mete dentro y es difícil de olvidar. Disfrutamos de lo más básico, de la naturaleza más pura, de campos de arroz infinitos con un verde, que ríete de nuestro querido mint. No hay colores que brillen más en el mundo.
De Laos nos fuimos a Camboya, tras una interminable odisea en la frontera (las fronteras no like) para encontrarnos en Siem Reap con un sitio realmente bonitista. Se trata del café de Sister Srey, que parece sacado del mismísimo Pinterest. Un toque occidental entre tanto vaivén asiático, que tampoco esta mal. Pero lo que nos había llevado hasta Camboya no era este café, sino la joya: los templos de Angkor Wat.
Angkor Wat nos separó, pero sólo físicamente. Porque esa son las cosas buenas de los viajes, que de alguna manera, ya las nenas viajeras estarán juntas para siempre. Y eso amigos, también es bonitismo del duro.
¡Qué tengáis una buena vuelta de puente y que 2015 venga cargado de viajes!
Eres muy buena redactando sobre viajes. Gracias por hacer vivir lo no vivido.
Uy, gracias Enrique, será porque me encanta viajar y contarlo es casi como vivirlo.