Los tiempos cambian, afortunadamente. Pero hay tradiciones que se mantienen aún así pasen los años, afortunadamente también. Y una de ellas es sin duda que en nuestra cultura las novias vistan de blanco. Un color que hace décadas encerraba una simbología que ahora ya no tiene pero pese a todo… el color ha permanecido. Aún son muy pocas las novias que eligen un vestido que no esté en la gama de los crudos, blancos rotos, hueso o marfil. ¿Y esto por qué? ¿Qué opináis vosotros? Nosotras hoy nos hacemos una pregunta más… ¿y si no voy de blanco en mi boda? Y nosotras mismas nos la respondemos: ¡nos parece maravilloso!
Quizá lo más sencillo y menos disruptivo (cómo está de moda esta palabra) sea un vestido de color pastel. Desde azules, verdes agua (amor) hasta el fácil y favorecedor rosa y sus derivados. Si además lo acompañas de faldas interminables de tul… el éxito bonitista está garantizado.
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Pero si ya que eliges un vestido de color… quieres un vestido de COLOR, así, en mayúsculas nos encantan las opciones de amarillo o verde. ¡Y la del vestido dorado ni os contamos!
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Y terminamos con una de nuestras opciones favoritas: los vestidos bordados. Nos parecen que tienen un rollo y una personalidad ¡impresionante! Uno de los que sacamos hoy probablemente pertenezca a una de nuestras bodas favoritas del mundo mundial (y que ya sacamos en este blog). ¿Os imagináis cuál puede ser?
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¿Te atreverías o eres de blanco riguroso? Si te has casado con un vestido que no sea blanco… por favor, nos encantará saberlo y mucho más verte si es posible. Y si no…¿defensores del blanco?
Hasta aquí nuestro post de hoy… ¡mañana más!