Yo lo llamo «chispitas en el cerebro», pero quizá tenga otro nombre más técnico. Seguro. Hablo de esa sensación que produce morder un donut, donete o dulce similar que normalmente no comes (porque tú sabes que no es sano, engorda, tiene azúcar y todas esas cosas malvadas de las cosas ricas) y que te lleva directamente al paraíso durante milésimas de segundo. Pues eso me pasa a mí con los donuts blancos (así los llamo yo). Por eso me pongo tan feliz si pienso que además de ser viernes… voy a llenar el post de hoy de fotos de donuts en fiestas: ¡viva el donut bar!
¿Qué es un donut bar? Pues hablamos de la nueva «mesa dulce» o fuente de chocolate en cualquier sarao que se precie. Una pared llena de estas rosquillas (del demonio) o piezas de madera repletas de estos dulces cual pinchitos morunos a disposición del comensal. ¿El paraíso del goloso? ¿El cielo para los que babeamos con el azúcar glaseado? Totalmente sí…¡a todo!
Así que ya sabéis, si tenéis boda, bautizo, comunión o fiesta esta primavera/verano… poneos manos a la obra y fabricad un donut bar como estos… ¡por ideas no será!
¿Con qué otro dulce os montabais un «bar» como estos? ¿Os gusta la moda del donut?
¡Feliz finde y nos encontramos el lunes por aquí, familia!
Si os casáis este año y sois de los que os encanta el buen vino, hoy traemos algunas ideas de seatings de boda con botellas recicladas que seguro os van a enamorar. Porque además de ser una manera muy original de decir a vuestros invitados dónde sentarse, os lo pasaréis muy bien preparándolo en casa.
Por ejemplo, podéis montar vuestro seating pintando las botellas con chalkpaint y escribiendo los nombres con bolígrafo de tiza. Otra opción es dejar las botellas tal cual pero decoradas con unas florecillas. Podéis elegirlas de diferentes formas y colores. O incluso cerrarlas con una tela bonita y un lazo… ¡Hay muchísimas posibilidades!
Adoramos ver fotos de bodas. Bueno, en realidad, adoramos ver fotos de novias. Y cuanto más antiguas mejor. La moda nupcial ha cambiado mucho, cierto, pero no solo nos atrapa eso. Nos hipnotizan las flores, las expresiones, las formas de posar, los adornos de las fotos… Y el post de hoy va dedicado a ellas. Novias vintage: inspiración años 20 pero de verdad de la buena. ¿Y eso qué quiere decir? Pues que hemos inundado las siguientes líneas de fotos de novias de los años 20… en blanco y negro.
Es curioso, los años 20 no es mi década favorita para inspirarme a la hora de vestir yo, pero sí lo es para pasarme horas y horas viendo la moda de la época. Me enloquece la forma que tuvieron las mujeres de esa década de romper con los establecido, enseñar sus brazos y piernas, cortarse el pelo y pintarse los ojos de negro. Y claro, si eso lo acompañamos de vestidos de novia… la mezcla no puede ser más perfecta.
Adoramos los vestidos llenos de tul, los tocados y casquetes, la forma de ponerse los velos… Los encajes, la mezcla de vestidos cortos con velos largos… y hablamos ahora de novias atrevidas… el atrevimiento nos parece ¡esto!
Nos encantan sus miradas, la languidez bohemia de muchas de ellas… esas medio sonrisas de la época que hacen que nos esforcemos en imaginar cómo sería la vida de estas mujeres. ¿Qué pensarían ese día? ¿se casaban con el hombre al que realmente amaban? ¿era para ellas especial el día de su boda?
Y las flores, qué decir de las flores. El exceso de los años 20 nos enamora, esos ramos y esos adornos en forma de centros gigantescos sobre alfombras. Simplemente…¡ma-ra-vi-llo-so!
Así que si queréis un traje de novia inspiración vintage y os gusta la década de los 20… no dejéis de indagar y bucear en ellas, en las mujeres que les tocó vivir en esa época y consiguieron dar un vuelco al mundo de la moda.
Seguro que a estas alturas ya has visto este vídeo, pero que pasa el tiempo y nos sigue pareciendo una hermosura. No podíamos acabar el post de hoy de otra forma… ¡Hasta mañana bonitista!
Este pasado fin de semana he estado en París y, como me suele pasar, he vuelto a venir enamorada de la ciudad. No sé describir lo que tiene. Me gusta muchísimo Londres y Nueva York me provocó un estado de emoción máxima perenne, pero lo de París es otra cosa. Y ahora que lo pienso, puede que tenga algo (o mucho) que ver que siempre que voy a París voy con mis amigas… y en ese sentido, este fin de semana ha sido muy, pero que muy, especial.
Y es que, amigo diario, para empezar hemos hecho viaje las tres bonitistas juntas, y eso debería marcarse en el calendario como un hecho histórico. No se suelen alinear los astros tan bien pero es que había un motivo de peso: se «pacsaba» nuestra amiga Patri, y eso había que celebrarlo juntas. ¿No sabes que es eso de «pacsarse», verdad? Nosotras tampoco lo sabíamos, pero es algo así como hacerse pareja de hecho en España. Lo más parecido a casarse en estos tiempos, ¿no crees?
La aventura empezó el jueves por la noche. Rocío se quedó a dormir en mi casa porque teníamos que levantarnos a las 3 de la mañana, sí, sí… como lo estoy escribiendo. El coche que nos llevaba al aeropuerto nos recogía a las 4 am. del viernes así que imagínate nuestras carusas en el trayecto de ida. Cuando llegamos, Patri nos estaba esperando en la parada de metro más cerca a nuestro hotel y París nos recibía con un día tan frío y lluvioso que parecía sacado de una escena de película.
Fuimos al hotel a recomponernos las caras y a comer algo y a hacer algo de tiempo para que llegase el resto desde Madrid: Rocío y Auxi, las bonitistas, junto a Paola y Carmen.
¡Por fin las siete juntas! Y como somos de buen comer, ¡qué mejor que celebrarlo con una fondue y bien de vino! Consejo bonitista: bebed vino y comed moderadamente queso fundido… la mezcla en las paredes de vuestro estómago no siempre es apuesta segura. Patri nos llevó a Heureux Comme Alexandre, un sitio con un encanto especial y lámparas de ensueño.
Y después de comer… a pasear. Hacía más frío en París que en la comunión de Pingu, ¡hasta nos nevó! Pero nosotras hicimos un poco de turismo mientras intentábamos bajar las decenas de miles de calorías que llevábamos en el cuerpo gracias al queso (más el pan, patatas y carne… porque ya que nos ponemos…nos ponemos). Después un rato al hotel a descansar y a cambiarnos porque por la noche nos esperaba una reserva en uno de los restaurantes de moda en París: Pink Mamma. Un restaurante italiano de varias plantas y decoración es-pec-ta-cu-lar y un musicote que bien podría parecer una discoteca de Ibiza en verano.
Igual piensas, querido diario, que después de la fondue no pudimos cenar. Puees… estás equivocado, porque nos zampamos unas cuantas pizzas entre todas, alguna ensalada y un par de tiramisús. Ah, y chupitos de limoncello. Otro consejo bonitista: no coreéis ¡chupito, chupito! en un restaurante en París. El chupito al final de la cena no es invitación de la casa… y además vale 4 euros. Y de ahí… paseo de vuelta al hotel y a dormir que ya llevábamos casi 24 horas despiertas. ¡Yeahhh!
A la mañana siguiente, sábado, nos esperaba también un día entretenido. Cualquier boda (o similar) que se precie, tiene que tener su despedida de soltera. Así que a quién a se le ocurre traer en una maleta de mano en un vuelo de bajo coste un disfraz de unicornio hinchable…¡a nosotrassss! Un grado de temperatura, París colapsado por el funeral de Johnny Hallyday (que en paz descanse el señor), una española vestida de unicornio y otras seis con diademas a conjunto. ¿Alguien da más?
Después de ver la Torre Eiffel… y hacernos una sesión de fotos allí que es mejor olvidar…
Nos fuimos a comer a un sitio por Bastille muy recomendable también. Se llama Le Gran Breguet y sirven comida bio en bol, hay para elegir vegetariano o con proteínas animales. Una nave enorme que además sirve de galería de arte. ¡Cómo son estos parísinos!
Y de aquí, de nuevo al hotel. Descansito y a sacar nuestras mejores galas para la gran noche: ¡la celebración del pacs! (o del «pacsamiento» como lo acabamos castellanizando). Estas fotos la dejo para intimidad de la pareja, pero os aseguro que fue una auténtica fiesta. De esas que te dejan ganas de repetir y en las que te sientes como en casa aunque estés a miles de kilómetros de tu casa.
Juntarnos todas en la ciudad que sea siempre es una buena noticia. Hijos, obligaciones, trabajos, familia, distancia… pero hay momentos en los que el orden de prioridades cambian, aunque sea solo durante 48 horas, y los madrugones, billetes de avión a precio abultado, mamis separadas de sus hijos, mails por responder y kilómetros recorridos importan un poco menos. Y eso, querido diario, mola mucho.
Si sois de los que os casáis en breve pero aún no sabéis qué regalar en vuestra boda, ¡estáis de suerte! Hoy traemos una idea de lo más original: velas DIY para los invitados más bonitistas.
Y es que una vela en un vaso o tarrito de cristal, que huela bien y con una etiqueta bonita, es un recuerdo de los que gustan de verdad, ¿no os parece?
Y además de ser un regalo muy resultón, es bastante fácil de hacer. Os dejamos este enlace con un tutorial muy simple para hacer velas aromáticas al gusto.
¿Qué os parece?, ¿os animaríais a regalarlo en vuestro gran día?